El futuro deseable no es una utopía prefabricada, sino un horizonte colectivamente imaginado y construido, donde ética, sostenibilidad y justicia se materializan en lo cotidiano. Es el antídoto contra el fatalismo y la resignación.
Claves del futuro deseable
1. Participación radical
- No lo diseñan élites en laboratorios, sino asambleas vecinales, niños en escuelas y abuelos en plazas.
- Ejemplo: Presupuestos participativos que deciden el 30% de los fondos municipales (como en Porto Alegre).
2. Tecnología con alma
- Herramientas digitales que amplifican lo humano sin reemplazarlo (ej: IA que traduce lenguas indígenas pero no las homogeniza).
3. Economías vivas
- Sistemas circulares donde el «éxito» se mide en salud comunitaria, no en PIB.
- Modelo: Cooperativas de energía solar en pueblos que revierten excedentes en becas locales.
4. Memoria activa
- Futuros que no borran el pasado: museos de errores históricos para no repetirlos.
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Imagen: Canva |
Ejercicio práctico
1. Imagina en voz alta: En 2030, ¿a qué olerá tu barrio al amanecer? ¿a pan recién horneado o a humo de fábricas?
2. Actúa en pequeño: Planta un árbol que nadie verá crecer. Ese es el verdadero acto de fe en el futuro.
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Conclusión
Un futuro deseable no se predice: se practica. Cada huerto urbano, cada biblioteca de juguetes compartidos, cada algoritmo auditado por vecinos, son ladrillos de ese edificio colectivo.
El futuro no es un lugar a donde vamos, sino uno que creamos (parafraseando a John Schaar).
🌱 Desafío: Hoy, regala una semilla (literal o metafórica) a alguien que no piensa como tú. Así comienza cualquier futuro digno de ser vivido.
IA: DeepSeek
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